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Teatro

Estudio Para La Mujer Desnuda- Tamara Nabel

En relación con otras ramas del arte, como la plástica o la música, el teatro ha permanecido inmutable desde sus primeras manifestaciones en la antigua Grecia. Con leves adaptaciones (sobre todo en la dramaturgia) al estilo de la época, el acto teatral perdura a traves del tiempo aguantando los embates de una modernidad que conquista otras manifestaciones pero parece no tener lugar en el escenario.

Quienes, como esta autora, sean amantes de la plástica, entenderán el sentido del párrafo anterior. Basta con comparar una pintura de Giotto con un Rothko para asimilar lo mucho que la pintura ha cambiado, cómo el sentido de lo visual y la experimentación de un cuadro han evolucionado. La modernidad en el arte no exige comprensión sino experimentación, importa el golpè de efecto y la sensación en quien especta mucho más que la intención de quien pinta. Muchas veces, incluso, nos encontramos mirando un cuadro sin entender bien la sensación, queriendo asirnos a algun concepto, buscando sin éxito pistas de la intención, cuando nos acercamos a leer el título de la obra y de repente empezamos a hacer algo de sentido. Picaso, se me viene a la mente. Tal vez Miró. En fin, ya está de plástica.

Valga la introducción para hablar de Estudio para La Mujer Desnuda. Una verdadera obra de arte moderno en clave teatral. Psicodélica, estimulante, bella, dinámica, incomprensible. Con una gran relevancia en lo visual, esta obra nos propone a los espectadores una experiencia sensorial a la que no estamos acostumbrados: lo no figurativo. Por supuesto hay un sentido y una idea fuerte atras de esta propuesta, y estan todos los elementos que hacen al teatro, teatro, pero la gramática no es clásica. La sensación de extrañeza que despierta tiene que ver con esto: entendemos las letras, pero no podemos leer la palabra. ¡Bienvenida la modernidad al teatro!

Hacer un comentario de los elementos aisaldos de este espectáculo sería criminal. Vuelvo a recalcar lo extraordinario de la propuesta vistual, del vestuario y del trabajo lumínico, lo cual no es de extrañar en esta pieza plástica-teatral. Me reconozco incapaz de aportar más luz a cerca del transfondo, de la idea atras de esta puesta, de la metáfora: no solo no soy uruguaya sino que aparte no leí, aún, nada de Armonía Somers. Me quedo con mis años de Historia del Arte y con mi poquito conocimiento de arte moderno para aportar cierta luz a quienes, como nosotros, no hayan podido comprender del todo lo que estaba pasando. Lo primero que hay que sacarse de encima son los prejuicios. Hay que ser preguntarse si se esta disfrutando o no y ser honestos. Fer es amante de Rothko, a mi no me genera nada. Es muy personal y hay que confiar en que no hay respuestas correctas o incorrectas. Después, hay que vaciarse de sentido, resistir la tentación de buscarle lógica y dejarse atravesar. Una vez que la experiencia terminó podemos intentar hacer síntesis. A traves de los elementos conocidos que encontramos, con el título de la obra, incluso la historia del autor muchas veces nos aporta cierta luz. ¿Es complejo? si, claro que si. Pero el potencial es infinito, porque mucho de lo entreverado, lo completamos con un sentido propio cada uno de nosotros.

En resumen, aplaudo, nuevamente a la Comedia Nacional por esta increible e infrecuente inmersión en la modernidad teatral. Su creadora Leonor Courtoisie tomó un riesgo mayúsculo y desde este espacio celebramos y apoyamos la toma de riesgos, porque eso hace al avance del estado del arte. Invitamos a todos a ir al Solis y a hacerlo con la cabeza bien abierta. No se van a encontrar con otra oportunidad en mucho tiempo.

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Teatro

Cuando deje de llover – Comedia Nacional – Teatro Solís

Por Fernando Johann

Voy a tomarme una línea para decir que la Sala Zavala Muniz del teatro Solís es impresionante. Nada, son las cosas que creo que vamos a hacer un tiempo más hasta que nos acomodemos a la nueva dinámica uruguaya.

La obra sucede en Alice Springs. 2039. Un pez cae del cielo – todavía huele a mar. Gabriel York sabe que algo anda mal porque hace días que llueve, pero no se espera nada especial, como se enteraría luego. Las historias interconectadas de dos familias durante cuatro generaciones, entre una predicción en Londres 1959 y su resultado en Australia ochenta años después, «Cuando deje de llover» es un rompecabezas por resolver.

Esta intrincada historia de múltiples capas explora la traición, el abandono, la destrucción, el olvido, el amor y el perdón. El daño a la tierra es una metáfora del que nos infligimos unos a otros. La mesa omnipresente nos muestra nuestra religión ausente. El viaje en el tiempo de la miseria humana nos trae al proscenio lo que nos hace humanos, muy a pesar del cambio en las condiciones de contorno.

El texto original de Andy Bovell, es una pieza de realismo mágico que plantea la pregunta: ¿podemos lidiar con el daño del pasado en el futuro? Presentada por primera vez en 2008, la obra se ha vuelto cada vez más relevante a medida que el mundo se pelea de manera sistémica con el cambio climático.

Sobre el escenario vemos una puesta minimalista. O todo lo minimalista que podría ser un espacio escénico en donde varias generaciones, familias y geografías tienen que convivir en 110 minutos de obra teatral. El diseño de escenografía es práctico y dinámico. Podemos decir que resuelve el problema de la mejor manera.

Los actores, todos parte de la Comedia Nacional (salvo por un invitado), se turnan en una sucesión dinámica que no permite una construcción comprometida de los personajes, sino más bien una que requiere del espectador en carácter de guardian de las líneas de tiempo. En este sentido no hay destaques, el ensamble funciona. Las oportunidades de tensión (que a su vez dan espectro emocional al actor) son aprovechadas y el equipo, se ve, entiende lo que está haciendo. Así sin más.

Recorriendo un poco youtube (esto es una deformación profesional) para asimilar lo que en otras latitudes se ha hecho con este texto, se puede ver que se ha representado de maneras diversas, en varios idiomas y con diferentes disposiciones anímicas generales (Se trata después de todo de un marco en el final del mundo, en un tiempo lejano en el futuro… hay tiempo como para que nos comportemos diferente).

La dirección de Fernando Toja es de contemporánea a moderna, pero con un idioma del tiempo presente. La dinámica y los dramas son actuales, tanto los del pasado como los del futuro. Todos los espectadores nos exponemos a la identificación de las propias miserias, quizás pasadas y quizás no tanto, empatizando con las experiencias de los personajes. Sin embargo nos parecen foráneas, traídas de otra tierra. Sea quizás esto lo que más llamó la atención de este cronista. El marco anglosajón de la historia (y por consecuencia sus reglas y desarrollo).

Cuando deje de llover, en esta versión de la comedia nacional en el teatro Solís triunfaría en cualquier calle teatral del mundo y por eso, realmente, vale mucho la pena ir a verla.

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Teatro

Todo Su Asco del Mundo- Por Tamara Nabel

Obra maravillosa, si las hay. Desde este humilde espacio aplaudimos de pie la iniciativa de la Comedia Nacional de poner este espectaculo a disposición de quien quiera disfrutarlo.

Un orgulloso teatrero alemán, acepta un puesto en Austria, como director del teatro de Viena. Las siete obras breves hacen las veces de encadenación de escenas, algunas protagonizadas por Clauss, otras mostrando algo así como el espíritu de la época. Son escenas cortas, potentes, tal vez sueños de director, tal vez obras pasadas. Por qué estan ahí no lo sabemos, pero son la llave maestra del storytelling del espectáculo. A partir de estas escenas random las directoras nos dejan muy claro qué quieren contar.

Lo primero que DEBEMOS destacar es la maravillosa labor de de Diego Arbelo como Claus Peymann. Con precisión alemana compone a un director de teatro border-maníaco, enclaustrado en si mismo y en su arte, obsesionado con encerrar sus más profundas creencias para triunfar en su nuevo puesto como Director Artístico del Teatro Nacional de Viena.

Igualmente destacable es el trabajo de dirección de las cinco directoras, que logran animar y darle un marco vivo a una sucesión de diálogos más bien planos en lo textual, destacando el poder del subtexto y la sutileza de lo gestual, obligando al espectador a pensar, a trabajar para entender. Confian en le herramienta actoral para engrandecer, para enmarcar el mensaje, con muchísimo éxito. Celebro los emprendimientos artísticos que confian en el poder del espectador, en contraposición al arte readymade que mastica y procesa el mensaje de manera tal que la deglución sea fácil e inmediata.

El resto del elenco completa la propuesta prolijamente. Quienes tienen el privilegio de compartir escena con Diego Arbelo (siempre con menos líneas y en roles menores) salen airosos del desafío y se muestran a la altura de tamaña interpretación. El resto de las escenas muestran labores con altibajos, pero en escencia el trabajo actoral es muy bueno.

Creo que vale la pena mencionar, la fantástica humorada que representa escuchar ciertos pasajes de Bernhard sobre el teatro nacional y sus empleados-actores tan adormilados en su trabajo como cualquier parodia de empleado público actual, en labios de La Comedia Nacional. A mi entender, esta es uno de los grandes aciertos de la obra: hablar de lo que se debe esconder, poner de manifiesto lo tabú, incluso usarlo en favor de una sonrisa irónica, que jamas está de más.

El texto de Thomas Bernhard es insondable, es inabarcable. Amado y odiado por sus compatriotas y coetários, llega a nosotros con la fuerza del teatro del siglo 20, post Beckett, post Brecht, post James Joyce. Los elementos del absurdo estan muy presentes, aunque también encontramos grandes vómitos de pensamiento obsesivo, y a personajes sumidos en pequeñas miserias cotidianas que ignoran por completo, Todo en clave post (¿post?) nazi, interpretado por un artista egocéntrico y paranoico. Un éxito del teatro moderno, sin duda.

Concluyo este comentario invitando a todo aquel que quiera sumergirse en una gran experiencia teatral a ver este espectáculo, una perla en la temporada 2022 de Montevideo.

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Gala Lírica – Opera Joven – Teatro Solis

El 3 de abril pasado, al cobijo de la sala Delmira Agustini del teatro Solís, el colectivo musical OPERA JOVEN nos invitó a un recorrido musical desde Handel hasta Puccini, pasando por Mozart, Verdi y Bellini.

Hay una cuestión que, como emigrados (y virtualmente recién llegados), tengo que respetar cuando hago estas crónicas, al menos durante un tiempo más: Todavía estamos acomodándonos al circuito, aprendiendo las dinámicas y, en el singular caso de la ópera, conociendo a la gente.

Dicho eso diremos que las galas son una mezcla rara entre el deseo de los asistentes de escuchar hits, la necesidad de los cantantes de mostrar lo diestros que se han puesto en la pieza que prepararon y entre unos y otros, la construcción de un espacio espontáneo en donde, a pesar de no contar ni con escenografía ni con vestuario referido al tema, entendemos todos que hay un pacto poético que de todas formas exige una mínima interpretación.

Además, hay siempre una expectativa de vernos a todos con nuestras mejores galas, algo que del lado del público se ha perdido por completo pero que desde el escenario, se mantiene y con altos niveles de exigencia, se puede mencionar, por qué no.

En ese universo tan particular de las «Galas Líricas» y en ningún lugar mejor que el mismo Teatro Solís, este emprendimiento que pone foco en el estímulo de la Opera en el Uruguay estuvo a la altura, y sobresalió en varios frentes.

Podemos sacarnos de encima lo trivial y superficial primero: Estaban todos hermosos. La presencia de todos los cantantes, con sus estilos y elecciones de vestuario hicieron fanfarria de juventud y belleza. Los ojos agradecidos.

Nos ofrecieron dieciséis arias con identidades de todos los tiempos, con todos los estilos e incluso una pieza de zarzuela. No vale la pena y no sería justo hacer aquí una descripción detallada de cada performance, todas acompañadas en el piano por la maestra Mariana Airaudo (que junto con Nicolás Zecchi, que cantó en la gala, pertenecen al grupo fundacional de Opera Joven).

Todos los cantantes tuvieron su oportunidad de brillar y la mayoría lo hicieron. Lo hicieron con la iluminación sobre su figura, sin la distracción de la actuación ni el marco de la escenografía. Su voz, su técnica y sus ganas de mostrarse. El resultado fue muy bueno. Tenemos en Montevideo talento que no debemos envidiar a nadie. Talento joven además, con mucho para crecer y lograr cosas. Si hubiera que nombrar especiales, este cronista, recién llegado a este puerto, dirá que seguirá con atención las próximas presentaciones de Alfredo Belloni y Florencia Santini, que, a humilde interpretación de quién firma, conectaron de manera saliente con la música y las cien personas del público.

Una nota en el final: Luego de los aplausos iniciales, se nos comunicó que Opera Joven presentará en la sala Zitarrosa Don Giovanni de Gazzaniga a mitad de año y desde este espacio extendemos la invitación a concurrir a ese espectáculo.

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Pan o Circo Por Tamara Nabel

El siglo veinte fue un siglo tumultuoso. Activo. Violento.

Finalizada la guerra mundial quedó clarísimo que la humanidad ya no volvería a ser ese espacio de exploración estética que los nacionalistas lationamericanos hubieran querido. Ni un manifiesto radical en forma de minjitorio, ni una revista literaria con cuentos de Borges. Las personas entendieron que el mundo, tal como lo habían pensado, habia terminado. O tal vez nunca había existido, que es un poco lo mismo. Pero lejos de hacer luto, reagruparse y sanar, la humanidad se sumió en una guerra latente, enervante, peligrosa. Una guerra moderna, con las recién estrenadas armas nucleares y el potencial de destruirlo todo.

Esperando a Godot, la obra emblema de Samuel Beckett sale a la luz a finales de la década del cuarenta. Inagura el teatro del absurdo, ese teatro incómodo, largo, inquietante, aburrido. Ya no hay espacio para hablar de dramas domésticos, ya no hay espacio para historias, el arte, haciéndose eco del nuevo paradigma, encuentra que el lenguaje del siglo diecinueve es altamente insuficiente y anticuado, y es eso mismo lo que queda de manifiesto en las obras de Beckett. Personajes que hablan sin realmente decir nada.

No haremos en este comentario un reconto de los sucesos planetarios de los últimos ochenta años. Creímos, esto si, que las guerras nucleares ya no eran una posibilidad real (ilusos nosotros). Entramos al 2000 con una falsa sensación de seguridad: la modernidad y la civilización nos escudarían de la barbarie. Los últimos diez años, sin embargo, empezaron a mostrar nuevas señales de alarma. El medio ambiente destruido llevo a científicos, conservacionistas, ambientalistas y políticos (mayormente europeos) a hablar de un nuevo fin del mundo. Uno causado precisiamente, por la modernidad y la civilización (esa que nos debería escudar de la barbie, ¿se acuerdan?). Es así que, de a poco, los teatros empiezan a revisitar el absurdo. Con versiones, con agregados, con lenguaje propio, pero igual que Beckett, los artistas contemporáneos, se hacen eco del clima de la época.

En este contexto, aparece Pan o Circo. Una obra en clave de Clown, con elementos beckettianos de un mundo indeterminado, seres sin pasado ni futuro, sin historia. En este sentido, me pareció más que acertada la decisión de clownizar: la simpleza de los personajes es justificada porque son payasos, haciendo el pacto poético más fácil, más accesible, más llevadero.

La actuaciones son excelentes. Es dificil no destacar la labor de José Ferraro, siendo que encarga a un personaje que DEBE ser atrapante, pero realmente todos los actores hicieron un gran trabajo, tanto en la elaboración del personaje, cómo en el uso de los elementos de Clown.

En este sentido, aplaudo el esfuerzo de la dirección por aportar dinamismo y movimiento a textos más bien estancos (recordemos, teatro del absurdo), pero también aparecen recursos expresivos innecesarios, que alargan el ya bastante largo texto, sin aportar gran cosa.

El texto está muy bien logrado, los personajes tienen una construcción robusta y la propuesta narrativa es fiel a la clave beckettiana del absurdo. Personalmente, como dramaturga que alguna vez fui, encontré ciertos diálogos crudos, disonantes con la propuesta narrativa. Las aseveraciones, las explicaciones straight foward subestiman al espectador y desconfían del poder del subtexto, muy bien logrado en este caso. Fuera de eso, la propuesta dramatúrgica es robusta y verosmili, es sólida y original.

Pan o Circo es una obra incómoda con un semplante payacesco, es original, está muy bien actuada. Sin dudas es una propuesta interesante dentro de la cartelera teatral montevideana.

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Infantiles Teatro Musical Uncategorized

Espíritu Burlón – por Fernando Johann

Cuando comienza la obra, las peripecias de José Osorio se nos presentan en el escenario como una historia más, como un testimonio perfectamente anónimo de la vida urbana montevideana de «cuando había estación de tren». Rodrigo Spagnuolo hace las veces de narrador y acompañante de los distintos cuadros ya sea con la voz, el sampler, la guitarra o desde la percusión.

La propuesta es una en la que las canciones erupcionan sobre un diálogo que recorre la vida del protagonista. Los niños lo disfrutan (este cronista acudió al Teatro Stella con un representante de 6 años que la pasó muy bien y se quedó canturreando la última canción). Los tiempos son cortos y los recursos, aunque lejos de complejos, son atractivos visualmente.

Espíritu Burlón es dos cosas a la vez: Por un lado es una canción de
Eduardo Mateo y por otro, una consistente muestra de cómo eran las cosas antes, digamos cuando no había internet, pero antes también. El tono musical es en el código de la música de los sesentas y setentas, como es de esperarse, pero ese espíritu trasciende la música.

Sobre el escenario hay un escritorio en donde José Osorio (Nico Varela) se sienta a trabajar en la oficina de correos, un manojo de relojes de distinto formato y presencia que se utilizan en un tramo del desarrollo y una gran pantalla-archivo donde se proyectan animaciones además del video, como un cuarto integrante del elenco con el cual se han coreografiado idas y vueltas de texto.

La historia, el hilo, es secundario. Está plagado de referencias «adultas» que al público infantil se le pasan de largo. Uno (adulto) se queda con las ideas, los niños con la acción.

El elenco lo completa Mariana Escobar, que con mucha sensibilidad musical acompaña a José Osorio primero como Jacinta una cantante brasileña y luego como Kin Tin Tan su hija mexicana.

La propuesta atrae la atención de los chicos, que contestan en vivo a las preguntas retóricas de los artistas sientiéndose parte y a la vez, invita a reflexionar a los adultos en pequeños raptos mientras transcurre la obra. En el fondo, José Osorio es en realidad el espíritu artístico de todos y todas. El mensaje del espectáculo nos recuerda que el tiempo pasa, que el tiempo no se detiene, que no se recupera y que lo importante no espera.

Parar, pensar, hacer lugar a la travesura y convivir por un momento con la música desenfadada en tono setentoso, para quienes no vimos a Eduardo Mateo en vida, y lo tenemos que disfrutar por youtube, quizás sea el mejor homenaje, sin dudas.

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La Rimbombante Travesía del Ropero Disparate por Tamara Nabel

Un ropero encantador (y encantado) alberga a estos cuatro payasos: Un músico actor y tres actruces musicales. Llegan viajando desde mundos increíbes y nos proponen un pacto poético maravilloso: viajar con la imaginación. Con hermosos vestuarios de colores, unos banderines y el ropero multipropósito (escenográficamente hablando) los actores cargan con la inmensa responsabilidad de sostener la ateción de los chicos, sin más elementos que sus cuerpos, un desafío inmenso, del que salen airosos sin duda. Romina Kuyunjian, Eliana Routin, Camilo Routin y Lucía Santamaría encarnar a cuatro entrañables personajes con pareja habilidad y visible cohesión grupal, imprescindible en la coreografía gestual payacesca. Ayer en la función de prensa, eramos mayoría de adultos y eso hacía extraña la experiencia de una obra infantil. Por suerte los pocos chicos que estaban dejaron muy claro que estaban pasandola muy bien.

Más allá de la historia del viaje, que no viene al caso, me interesa sobre todo entrar en el contenido. A diferencia de la gran mayoría de obras infantiles, estamos en presencia de una auténtica obra de teatro de texto. Lo QUE se dice es IMPORTANTE. Lo que se dice, es el todo de esta obra, que interpela a los espectadores y los hace poner un uso toda la potencia de su imaginación. Por supuesto no estoy queriendo decir que los actores de teatro infantil improvisan o no saben su líneas, no. Me refiero a que en este caso, el texto está minuciosamente pensado, las palabras que se usan, las frases, están ahí a propósito, para empujar a los espectadores a ampliar de a pasitos, pero sostenidamente, la incorporación de macromundo en sus mentes en formación. El desafío es conmovedor. Porponerle a un niño de seis, siete años este viaje fantástico, con tan pocos elementos-ancla y pedirle que más allá de aceptar el pacto, lo haga con salpicaduras de palabras «dificiles» es maravilloso. Sobre todo, porque funciona.

La propuesta estética de Paula Villalba es interesante. El ropero funciona en todos los niveles de teatralidad: utilería, escenografía, narración. El ropero marca el ritmo de la historia, sirve de capullo, de nave, de refugio. Incluso es interesante pensar que el ropero, como elemento cotidiano, también cayó en desuso, es muy posible que los chiquilines que van a ver la obra no hayan visto uno real jamás. He aquí otro elemento de expansión del conocimiento en el mismo sentido que mencioné en el párrafo anterior. El vestuario, el maquillaje y las pelucas son perfectos, atraen la atención visual y ponen de manifiesto, sutilmente, la unicidad de cada personaje. Vale mencionar también la excelente labor de la dirección, que hizo de la puesta algo fluído y veloz, entretenido y visual, sin desestimar el valor del texto. Las actuaciones fueron parejas y se notaron amalgamadas, atentas al esíritu grupal y a la propuesta física de los demás.

Me interesa dedicar un espacio al contenido de la obra. Hace tiempo que no me encontraba con una propuesta (¿tal vez desde Hugo Midón en Buenos Aires?) que cuestionara la naturaleza de los elemenos, que mencionara y discutiera y PUSIERA EN PALABRAS la realidad de los vínculos entre personas. Los textos infantiles en general tienden a sostener la atención en lo visual, contando historias sencillas con un hilo conductor simple, o haciendo humor con enredos o gestos grandilocuentes, pero no es habitual encontrar personajes con peso, armados, con contradicciones y fricciones. Festejo la audacia, brindo por no subestimar a los niños y por transformar la experiencia teatral en algo transformador y sublime, no en un mero entretenimiento visual muchas veces inconsecuente.

Hermosa propuesta teatral, insto desde esta columna a no perderse a puesta de La Rimbombante Travesía del Ropero Disparate, lo van a disfrutar.

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Teatro

Maternidades en Cuarentena – Por Tamara Nabel

Beetlejuice, Beetlejuice, Beetlejuice. Tal vez la nombramos demasiado. Tal vez la conjuramos y nos reimos de ella. Tal vez empezamos a olvidarla y se dió cuenta. La cuarentena volvió. Por supuesto no el domingo en PyG Bar donde nos deleitaron con un show hilarante, fresco, honesto, sino hoy, ayer. Horas después de sentirnos libres de la pesadilla, acá estamos de nuevo, escribiendo acerca del confinamiento, en confinamiento.

Seguramente el año que viene hablaremos de los pormenores de esta (recemos) breve cuarentena 2021. Seguramente Magdalena, Mariam y Lucía ya están haciendo videos y juntando material para la segunda temporada. No tengo más que enviarles un mensaje de admiración por la tenacidad de su labor.

Volviendo al show entonces.

Tres monólogos muy personales nos deleitan con historias de cuarentena que logran sin dudas captar la empatía del público y capitalizarla en risas (aliviadoras, nerviosas, risas ridículas, de todo tipo). Escuchar la experiencia de otros durante el sinsentido del año pasado, no solo hace síntesis en lo más profundo del corazón, sino que también permite empezar a procesar un tiempo oscuro y dificil, límite, en la vida de muchos padres. La sensación es que el ridículo es tan superficial, tan a la mano, tan universal, que no hace falta indagar mucho para encontrar humor, está ahí al alcance de la mano, con la experta guía de un narrador diciendo las palabras correctas. Masa Madre. Y todos nos remitimos a nuestro estado de desolación ridículo cuando tuvimos que tirar el frasco de vidrio que compramos especialmente porque era insalvable. Gente adulta, gente educada, quebrada porque la masa no levó. Formidable.

El espectáculo es pionero (siempre las madres adelante) en capitalizar la experiencia generalizada de encierro con niños en función del humor y de la sanación conjunta por medio de la palabra. Hablar, compartir, conjurar los demonios nombrándolos. No sabría esta cronista qué pensarán aquellos espectadores que no transitaron la experiencia, habría que preguntarles, pero me animo a decir que es tan genuina la entrega y estan tan bien armados los relatos, que incluso sin haber sufriedo el proceso, seguramente encontraran puntos humorísiticos y momentos hilarantes por el solo hecho de prestar atención a la historia.

Aplaudo la entrega y la honestidad de estas madres, sin duda lograron hacernos pasaron un rato maravilloso riéndonos de nosotros mismos.

Acompánenlas en la primer temporada y esperen la segunda, que sin duda, llegará.

Equipo Artístico

Dramaturgia y Dirección 

Lucía García Aldaya 

Carla Larrobla Caraballo 

En escena 

Magdalena Bosch Hughes 

Mariam Ghougassian Piloian 

Lucía García Aldaya 

Diseño escenográfico 

Cecilia Bello Godoy 

Música 

Natalia Goldberg Hirsch 

Producción Lucía Sismondi Alen

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Teatro

Mirame Que Nos Miran – Por Tamara Nabel

Un aforado Teatro Circular nos recibe en la tranquilidad de la noche en el centro de Montevideo. Nos toman la temperatura, nos ponen alcohol y nos ubican. Somos pocos los afortunados expectadores, y mirando a mi alrededor no puedo evitar sentir genuina tristeza. Qué será del teatro post pandemia, nadie lo sabe.

Una pareja joven nos pasea por la historia de su relación. Como ellos mismos dicen, se trata de una historia corriente, de personas ordinarias, de un amor de lo más tradicional. Es la forma de la narración lo que hace a esta puesta interesante: la contraposición entre la simpleza absoluta de la trama (casi una NO trama) y la manera fervorosa, hiperdinámica y cambiante en que se nos propone vivirla. La obra ES la forma. Podría haber empezado, podría haber terminado de cualquier manera, es irelevante. Igual que una obra plástica de arte contemporáneo, se apela a la belleza y al impacto sensorial, el contenido es solo la excusa, asi como el lienzo es el soporte de una pintura.

Las actuaciones son frescas, sinceras, desacartonadas. Se destaca Julieta Lucena con un histrionismo muy estudiado y junto con Sebastián Martinelli forman una dupla amalgamada muy verosimil.

La dirección está a cargo de Soledad Lacassy y Julieta Lucena, y es bastante notorio (y disfrutado al menos para mi) el toque femenino en la estética. Los detalles tanto de la escenografía, la utilería y el vestuario están estudiados minuciosamente, así como el uso del espacio. No me sorprendería que ellas mismas hubieran dirigido la construcción de la escenografía, tan increiblemente bien lograda, compitiendo en expresividad y narrativa con otras de grandes presupuestos. La sucesión de cambios mínimos de ropa respetando la colorimetría de la escena es otro de los efectos narrativos potentes desde la dirección. Sin dudas las directoras estaban determinadas a hacer hablar a los elementos. Y lo lograron.

Personalmente disfrué mucho la obra, es freca, es ligera, es auténtica. Creo que vale la pena darse una vuelta por el Teatro Circular y disfrutar de la puesta de Mirame que Nos Miran, segunda temporada.

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Opalalá, el Circo Único por Tamara Nabel

Ir al teatro en pandemia es una expericia trascendental. Es una declaración de principios, un grito de guerra. Ir al teatro en el medio de este pandemonio con un chiquilin de la mano, es una canción de amor.

La experiencia comienza apenas ingresamos al auditorio Nelly Goitiño, una enorme y hermosa sala, que nos recibe «ocupada» por un montón de bocetos de antiguos vestuarios escénicos, cubriendo los espacios vacíos reglamentarios en función del aforo permitido del teatro (33%). Son pocos los ascientos libres para nosotros, padres, abuelos y chicos y la separación agudiza la extrañeza de la situación, una obra de teatro ifantil semivacía no es algo cotidiano. Sin dudas es un gran desafío para los actores, quienes tienen que llenar con su voz y energía una sala enorme, haciendo sintonía fina de los ritmos de la audiencia con poquitísima información. Una música circence nos compañó hasta que (¡por fin!) se apagaron las luces y apareció la payasa Leandra, dando comienzo al espectáculo.

El espectáculo es una propuesta de circo en clave payasezca, de muy fácil acceso para niños a partir de cinco años (Ellos reomiendan más de tres, para esta madre/cronista más de cinco es ideal), que no solo recorre los números tradicionales de un circo sino que lo hace con un dinamismo y una conexión con el público que mantiene a la audiencia capturada hasta el aplauso final. Desfilan por la carpa del circo Opalala un malabarista, un acróbata, un ilusionista y para el gran final, una domadora de leones con el leon. Siempre mediados por la hilarante aparición de la payasa Leandra, quien como queda más que claro, es la presentadora de los números. Es refrescante ver cómo chiquilines de cinco, seis o siete años, totalmente embedidos en el mundo digital, aceptan el pacto poético del teatro (sobre todo si tenemos en cuenta de que los circos tradicionales estan semi extintos y que los chicos solo los conocen por relatos de adultos, casi como a los piratas) y disfrutan y se ríen mirando el quehacer de estos dos muy hábiles y experimentados payasos. Personalmente tuve la maravillosa experiencia de ser acompañada por mi hijo mayor, de seis años, quien a pesar de mis constantes pedidos en voz baja, no pudo permanecer sentado en su silla, y se paraba, capturado por la emoción y las carcajadas, como si estar sentado fuera detrimental para el disfrute.

Mención aparte merece la dirección de este espcectáculo. Más allá de los talentos actorales, materia prima de primera, de Lía Jaluff (Leandra) y Sebastián Laenz (Rómulo), el espectáculo tiene un acabado brillante, un pulido y lustrado tan logrado, que podríamos encontrar ahí la clave del éxito. Me refiero por ejemplo a los pocos elementos de utilería, explotados en todas sus posibilidades, que juegan un rol fundamental en la narración. Hablo del vestuario, elemento clave en una obra de payasos. De la música, del uso de las luces. Todas las variantes trabajan en función de lograr un dinamismo cronometrado y logran sin duda resaltar el ritmo humorístico del espectáculo.

Mi sensación es que esta obra es un salvavidas de teatro en medio de la nada. Quienes quieran volver a llevar a los pequeños al teatro, después de la larga ausencia, Circo Único de Opa Payasos es la mejor opción.

¡Bienvenidos nuevamente!

Ficha técica:

Equipo creativo: Elenco: Lia Jaluff, Sebastián Laenz

Creación en técnica malabares y acrobacia: Sebastián Laenz

Dirección: Sebastián Baez

Diseño de escenografía y vestuario: Agustín Rabellino

Diseño de iluminación: Leticia Martínez

Diseño sonoro y composición musical: Bruno Tognola

Diseño gráfico: Carolina Diaz / Gen

Diseño Producción: Louisa Mari

Fotografía: Reinando Altamirano

Realización: Opa! Payasos